Dios
está dentro de ti.
está dentro de ti.
Mejor dicho:
es tu interior, es tu interioridad misma, el centro mismo de tu ser.
Tú estás en
la periferia de tu
individualidad.
Ve hacia adentro.
Primero te encontrarás con los
pensamientos.
No te impliques, ignóralos...
No luches,
simplemente sigue tu camino como si la mente estuviese vacía.
Y si
consigues hacerlo, la
mente se vaciará.
Cuanta más atención prestes a tu mente,
más alimentarás los pensamientos.
Si puedes
traspasar la frontera de la mente sin molestar —y
no es un trabajo arduo, solo necesitas ignorar en pequeñas dosis—, entonces
llegarás al mundo de las sensaciones, de los sentimientos, de
los estados de ánimo, que son aún más sutiles que los
pensamientos.
Desde la
mente y su área has llegado a un espacio más
profundo de tu ser:
tu corazón.
Sigue el mismo método ignorando tus sentimientos, tus emociones, tus estados de ánimo, como si no fuesen
tuyos.
Y a medida que pasas la frontera del corazón entrarás en los confines de tu propio ser.
Ese es el
templo de Dios.
Él va hacia
ti en forma de luz, como la esencia misma de la
belleza, como dicha, como silencio, como paz.
Y llega con
gran intensidad, como un aluvión que te inunda.